miércoles, 9 de noviembre de 2016

"Misión Cumplida"

 

            Un poco más de corazón 

   Oscuridad total. No había tenido valor para encender la luz o, mejor dicho, ni para levantar los párpados. Morita se preguntaba una y otra vez por qué diablos no había muerto a raíz de aquel golpe en la cabeza que casi la decapitara un año antes. Se preguntaba tantas cosas... pero de nada servía preguntar cuando había tan escaso vocabulario para responder. El hecho de que le faltara un poquito de coraje no era un secreto para nadie sin embargo, desde algún recoveco de su ser le nacía pedir ayuda aunque no supiera a quién. Como viernes habitual, la mayoría de la gente ya tenía programada una salida o, por lo menos, eso  era lo que le habían dicho todos los conocidos a quienes llamó para no sentirse morir. Por fortuna, en circunstancias como ésta  suele llegar a nuestra consciencia el susurro del ángel  apenas perceptible, pero real,  para ponernos otra vez en movimiento. Fue por eso que más acá o más allá de las sombras de su casa, y de su mente, una voz como procedente del centro de su cabeza se hizo oír con convicción:
   -"Carola es gaucha" (¡Carola! Vieja amiga de sus padres)
   Una hora más tarde Morita iniciaba una visita al mundo de Carola que duraría tres años. Había llegado "por un poquito de cariño" pero la esperaba mucho más porque la alegría de aquella provinciana macanuda pudo ser positivamente sanadora. Sólo eso tenía Carola para ofrecerle  junto al café sabor canela servido  a plena luz de su alma para iluminar tanto callejón sin salida por los que había vagabundeado Morita la mayor parte de sus días. En realidad, eran callejas frecuentadas por recuerdos machados con sangre de culpas propias y ajenas.
   -Mi mamá tenía un amante. Me llevaba a la plaza sólo para encontrarse con Él ¿Sabías?.
   -Eso pudo ser algo intrascendente. Un pequeño desliz tal vez...
   -Y mi papá, tu ídolo, era bígamo.  Estaba casado  con otra mujer que vivía en Banfield. Mis hermanos y yo la conocíamos y la queríamos.
   -Eso ya es anecdótico, querida, tu padre ya no está...
   -Hoy vine temprano a visitarte porque mi hermana tenía que acostarse con el electricista y yo colaboro con mi cama...
   Cualquier queja,  denuncia o confidencia de la vapuleada sobreviviente, eran finalmente motivo de jarana porque todo lo referente a su vida era, o había sido, tan surrealista que no era difícil encontrarle a sus andanzas alguna arista cómica aunque, muchas veces, Carola se ponía seria y Morita simulaba prestarle muchísima atención.
   Durante tres años Morita revisó su existencia desde diferentes perspectivas ayudándose con los ojos de Carola. Amores y odios cambiaban de rasgos todo el tiempo como en plan de repasar una galería de vidas que terminaban desembocando en una historia muy particular causalmente suya. A Morita le fascinaba lo amoral pero, siendo generosa, se sentía buena y el simple hecho de serlo parecía otorgarle total impunidad para ocasionar cualquier desastre en su propia vida o en las ajenas. En ocasiones parecía una brillante abogada con su decir y contradecir a flor de labios lo cual no impedía descubrir que en ella las convicciones brillaban por su ausencia. Morita sólo contaba con ingeniosas necesarias presunciones. Nada de preocupaciones existenciales que estaban de sobra para quien sólo necesitaba reír y, como ella lo explicaba, pasarla bien.
   Entre risas, junto a Carola, Morita eliminó muchos obstáculos en su vida. Casi sin darse cuenta restauró sus relaciones afectivas pero, también, puso nuevamente en marcha viejos hábitos mentales que la dominaban  antes de perder la mitad de su cabeza. Larga rehabilitación mediante, junto a las nuevas conexiones neuronales reaparecieron viejas  técnicas de manipulación bajo la apariencia de simples normas de convivencia y fue así como disímiles personajes abandonaron la trastienda de su ser para reaparecer sin aviso cada vez con mayor frecuencia lo  cual ocasionaba, no pocas veces, situaciones ridículas como la de simular el mayor de los espantos al ver combatir a las hormigas con un veneno aconsejado nada menos que por ella.  Además recuperó  la habilidad de  mentir con verdades a medias porque la ambigüedad nunca había tenido secretos con ella.
   Con el regreso de su mentalidad habitual Morita recuperó su letra, su voz y, sobre todo, sus sentimientos. Volvió a descubrirse bellísima, pese a su bastón, y a sentirse habilitada para su regreso al descontrol. Fue entonces que ya no buscó refugio para su indigencia interna al tiempo de advertir, con mucha rabia, que la cabeza de Carola se veía blanca y sus ojos brillaban como el sol.  Precisamente por causa de estas  simples, humanas y eternas  razones, toda vez que a Carola se le pregunta por Morita -como amiga gaucha que es- ella contesta casi sin pensarlo:
   -¿Morita? ¡Misión Cumplida!