miércoles, 28 de septiembre de 2016

"El Anillo"

Experiencias de la vida real.
    Viviana es muy joven. Vive enamorada del arte y lee todo lo que puede es decir, no tiene un pelo de zonza si bien algunas veces pareciera serlo por causa de su gran timidez  tan seductora  para Ariel, su compañero de andanzas por la vida. En realidad no es fácil imaginar al uno sin el otro así como no es posible concebir un domingo sin el almuerzo compartido con sus madres. En uno de ellos Viviana tomó coraje para pedir prestado a la suya un anillo de la abuela para cierta gran ocasión. Por supuesto, la sortija cayó en sus manos con toda suerte de recomendaciones y, vaya uno a saber por qué, Ariel no la pudo mirar con buenos ojos: esa joya era valiosa y, por tal motivo, una insoportable responsabilidad y conste que Él aún no tenía noticias de que "el miedo es un angel exterminador"... hasta la noche de la fiesta cuando al abandonar el salón, en el momento de subir al coche, Viviana hizo un giro desafortunado y el anillo rodó por el asfalto sin que hubiera manera de recuperarlo.
   Fue inútil buscar razones para la pérdida porque no las había como no hubo explicaciones para la dueña de la reliquia de modo que el accidente fue reportado al silencio: La madre de Viviana pensó que a su hija le costaba devolvérsela y no le pareció extraño, ni de mal gusto, que su única hija quisiera conservar algo tan valioso de su abuela de modo que no la reclamó. Por su parte, la hija culposa vivía esperando el momento oportuno para decirle a su madre lo que nunca hubiese querido decirle pero, se sentía desfallecer toda vez que intentaba hacerlo y la mala noticia siempre quedaba para mejor ocasión.
   Todo parecía seguir su marcha habitual -porque no suelen ser visibles los matices de la vida cotidiana- y el almuerzo ritual del domingo en familia no ofrecía más aderezo que un gol de media cancha o un chisme ocasional. Cada fin de semana había cambio de cocinero porque en aquel cuarteto cada uno era especialista en varias recetas complicadas.
   Un año después de perdida la joya de la abuela, Viviana preparaba en casa materna las empanadas más gloriosas de su vida. Ella, que no aceptaba entrometidos en "el rincón de las hornallas", aquél día solicitó un mojito cubano que Ariel corrió a preparárselo. Antes del primer sorbo, Ella le dijo:
   -Ya que estás ¿me alcanzarías el comino?
   No le pongas poco picante -solicitó Ariel mientras le acercaba el frasco del ají molido y fue entonces que ¡Ay, Dios! ¡La sortija perdida en el asfalto estaba de lo más bonita en ese envase vulgar y silvestre! Se veía  tan magnífica, recostada sobre la alfombra roja picante, que  ambos enmudecieron. Abrazados como entre sueños Viviana apretaba a la sortija con todas sus fuerzas  en un puño como para confirmar que la había recuperado. Sin decir esta boca es mía, la guardó en el bolsillo de la camisa de un Ariel casi a punto de enloquecer.
   Ya de regreso a casa. Viviana intentó las más variadas explicaciones acerca de la reaparición del anillo perdido nada menos que un frasco de la cocina de su madre.
   -Abuela me lo devolvió
   -¿Te parece? Atinó a decir Ariel.
   -O serán los duendes.                   
   -No empecemos con zonceras.
   -Esto hay que contárselo a  Ely
   -¿Quién es Ely?
   -Una clienta
   -¡No se lo cuentes!. No se lo cuentes a nadie ¡por favor! porque esto no se puede creer.
   El resto del camino fue a puro silencio. Viviana se resistía a intelectualizar sus intuiciones porque quién sabe si los milagros no son realidades perfectas. Una vez en casa, su pareja no pudo esquivar la trampa de una obviedad.
   -¡Aquí pasó algo!