miércoles, 31 de agosto de 2016

"Leer y Escribir"


    Mucho antes de aprender a escribir la humanidad aprendió a leer: en las huellas de los animales, en la gestualidad que crecía con  significados nuevos, en la naturaleza, en las estrellas... y no es extraño que las primeras escrituras humanas contengan más dibujos que letras. Tampoco es desopilante la expresión: "aprender a leer y escribir". Desde luego, para que hoy exista lectura idiomática primero debe haber algo escrito en alguno de los idiomas de la tierra y, está de más decir, que la razón del comentario inicial era destacar la importancia del Lector que el 24 de agosto, cumpleaños de Jorge Luis Borges, tal vez no haya celebrado su día por no haber leído la noticia de que, en su honor, hubo "poesía en el aire" en muchas esquinas de Buenos Aires. Yo celebro al Lector todo el tiempo porque para él escribo mucho antes de saber hacerlo con todas las letras y porque si algo me hace bien es leer.
   Hija de padres lectores, yo guardo en la memoria títulos de obras que nunca he leído. Las recuerdo, simplemente, porque figuraban en la biblioteca de mis padres y por tal motivo tengo noticias de "Flor de Durazno" de Hugo Wast; "Aura o las Violetas" de José María Vargas Vila; "Carmen" de Próspero Merimé; "El Collar de la Reina" de Alejandro Dumas y libros tan gordos como "El Desenlace del Drama Mundial" de Fernando Chaij.
  
La celebración de mis seis años fue coronada con la búsqueda de la agasajada porque, harta de tanto jolgorio, encontré refugio en la habitación de mis padres donde me encontraron plácidamente dormida y muy abrazada a "El Deseado De Todas Las Gentes" de Elena G. de White que me regalaba unas ilustraciones de verdad conmovedoras.
   De tanto leer terminamos escribiendo nuestras propias historias y cuántas veces uno cae y se levanta alrededor de un sentimiento, o de una idea, y cuánto es el placer de alcanzar el triunfo de expresar -exactamente- lo que deseábamos comunicar. Es que cuando soltamos la mano aparece la pluma del ángel  que nos dibuja el corazón de las palabras y, si somos capaces  de darle piedra libre al duende de las letras, seremos dignos de sentir el encanto del mundo de las ideas. Cuando llegamos a ese clímax, una banda de música inefable recorre nuestra ciudad, nos atraviesa como partículas de todos los colores y ya podemos sentirnos invitados a la fiesta de escribir.
   Escribir es mucho más que "decir algo". Es encender luces y apagar fuegos; es morir y revivir continuamente pero, no es tan importante como leer porque leyendo somos universos recreadores donde las señales emitidas por otras mentes se convierten en partículas de energía que terminarán siendo tendencias que, como pequeños o grandes faros, darán señales al futuro.
El autor de "Ruinas Circulares", el escritor en lengua española más grande del siglo XX, ¿saben qué dijo?
   -"Muchos están orgullosos de lo que escriben. Yo estoy orgullosos de lo que he leído".