viernes, 24 de junio de 2016

"La Destreza Perdida"


   En todo el mundo el término "crisis" se lleva las palmas en los medios masivos de comunicación. Crisis referente al campo, a países, a parejas y, cuándo no, a individuos incapaces de saber quiénes son o siquiera dónde están parados. Para definir "crisis" lo que sobran son vocablos pero el significado amplio sería "carencia" que es, causalmente, el mal que acosa a La Palabra. En efecto, cada vez hablamos menos porque hemos dejado de creer en ella desde que la verdad es mala palabra para gran parte de la humanidad. Que mentirosos hubo siempre... ¡cierto! pero al embustero hoy le sumamos el cínico, y afines, de manera que "hablar diciendo nada" es participar en el concurso internacional de la ambigüedad que no por nada tiene mucho que ver con "mediocridad".
   En nuestros días la comunicación es descomedida y superficial sin embargo, a este hecho no lo tomamos como peligroso o siquiera preocupante total, "mejor que decir es hacer" aunque sean tonterías o actos repudiables. Olvidamos que el vocablo es el tallo fresco de una semilla sagrada que es el pensamiento y, para terminarla de componer, nos duele  tanto ser pensantes que no nos avergüenza  contratar a un "experto" en relaciones comerciales, políticas o sexuales. Primero fue ¿para qué pensar? Luego llegó ¿para qué hablar? hasta que hoy somos campeones de la brevedad en todo incluidas las relaciones de pareja y las fiestas que rara vez se prolongan hasta el amanecer.
   La tecnología de la comunicación nos ha creado la ilusión de estar muy comunicados cuando, en realidad, nos ha puesto a distancia sideral. El humano de carne y hueso casi ha desaparecido de nuestro campo consciente al extremo de que  la conversación se ha vuelto prescindible. Sólo sabemos discutir y contrariar como si el mundo de cada uno fuese escenario de una batalla librada con armas de juguete como el grito o el silencio. El diálogo está fuera de combate porque carecemos de herramientas adecuadas lidiar con él.
  Cuando no sabemos cómo expresarnos sin ofender, o provocar un desencuentro, deberíamos advertir que la comunicación personalizada es una destreza perdida.
   Muchas veces se nos da por pensar que todo está programado en algún lugar de este planeta, o en cualquier otro, pero dentro de tan aterradora posibilidad ¡qué suerte el arte! Siendo esencialmente humano el arte es el seguro de humanidad con el que contamos los habitantes de este mundo. Mientras subsista la  expresión literaria, y artística, podremos contar con el hecho de continuar siendo humanos y poder comunicarnos como tales... no como máquinas que es lo que tantas veces pretendemos. Gracias al empuje de nuestro espíritu creativo, alado, infinito... no vamos a perder la fiesta de conversar a cualquier hora, en cualquier lugar, y el fuego de la condición humana seguirá siendo el centro del encuentro personal que, valga la redundancia, nos configura como personas porque las palabras hacen eco en lo más escondido de nuestro ser. Por eso son tan valiosas y no es mala idea  tenderlas al viento de los sueños que valen la pena. 
   Todavía somos bajitos en evolución porque el espíritu de la raza humana es joven y, aunque nos empeñemos en lo contrario, humanidad es lo que ganaremos en cada una de nuestras batallas contra la manipulación.