viernes, 20 de mayo de 2016

"Tiempo de Vendimia"

 
 
   Un niño solo es una llaga abierta en cualquier sociedad pero no se crea que la proximidad física de los padres es siempre garantía de amparo o siquiera de compañía. Hay millones de chicos abandonados en casa con mamá y papá: son los hijos de la indiferencia que ansían tener padres como si no los tuvieran. Afortunadamente el amor hace rondas en cualquier parte, o clase social, y al final de nuestras vidas nos asombra descubrir que son muchos los hijos de nuestro corazón. No importa el cómo -ni el por qué- pero algo sucede que sincronizamos con almas a la deriva todo el tiempo y no pocas veces cosechamos gestos de gratitud inesperados.
    Pocos días atrás, en una tienda importante del centro de mi ciudad, una vendedora salió a recibirme como a una vieja y querida amiga. Yo no demoré mi sonrisa para tratar de contarle lo que necesitaba comprar pero, en lo mejor de mi explicación  descubrí  que aquellos  ojos  brujos de Sofía Loren estaban llenos de lágrimas y alcancé a escuchar que esa linda señorita me decía emocionada:
   -Para vos no pasa un día....
   Caí en la cuenta de que aquella voz era la de mi Valeria querida, abandonada por su madre a los dos meses, y que a los siete años me adoptó como mamá  con una naturalidad que hasta hoy me desconcierta. Después de hacerme llorar un buen rato Valeria me dijo con su franqueza habitual:
   - A mi hija le digo como me decías tantas veces: "¡Para hoy!" y ella se enfurece  como yo  entonces, tan lerda y perezosa como era, y ¿sabes cuál es mi afirmación favorita?
   -"Lo mejor de la vida es también para mí"
   Los hijos del corazón, como los propios, también se van -o se los llevan, sin avisarnos, a donde el diablo perdió el poncho- pero reencontrarlos es siempre una alucinación porque nos siguen mirando con ojos de niños. Valeria no hizo más que confirmármelo regalándome tantos piropos merecidos a medias porque yo también cuento con  maestros geniales y buenos guías que, al final de cuentas, son parte de la familia universal a la que pertenecemos. Todos somos eventuales instructores, hermanos, hijos y padres todo el tiempo porque hasta el enemigo más grande es un maestro de quien aprendemos a defendernos como también a prepararnos para futuras batallas.


 

Y ¿qué será lo de ser padre o madre del corazón? Tal vez signifique instalarnos en la memoria poética de un niño solo es decir, en un  mágico lugar del cual nadie podrá desalojarnos jamás por que es el reino del "amor en acción" (formidable energía que resiste a todos los fuegos incluyendo el de la ingratitud). En ese reino no es posible el abandono ni el olvido porque siempre estamos y, nada más que por eso, la semana pasada no fue de compras; fue de cosecha porque algo limpio, fresco y dulce, como Valeria, ha llegado a mi cesto de uvas benditas por el sol. Era tiempo de vendimia.