viernes, 19 de febrero de 2016

"Círculo de Fuego"



   Dos mundos paralelos disputan nuestra presencia: el virtual y el real es decir,  una trastienda que nos fascina con su inquietante penumbra y un escaparate a toda luz solar del que no podemos quitar la vista si tenemos en mente continuar siendo almas vivientes en el planeta donde puedo escribir esta página. Desde que el ser humano es presencia, y ausencia, la mayoría de nosotros somos peligrosos habitantes de ambos mundos sin renunciar a ser visitantes de muchos otros. Siempre seremos bienvenidos en el  planeta de la ciencia  o en el de los sueños, cuando no en el universo del arte o en la galaxia de las ideas. Además, siempre se nos aguarda en el territorio de la política, y en el de las finanzas, sin olvidar que no faltan invitaciones  para hacer simples actos de presencia en la dimensión de la oscuridad donde el delito es rey. En resumidas cuentas, bajo un mismo rostro y con nuestra habitual sonrisa, somos mutantes sin noticias de serlo. Tan es así que, muchas veces, escuchamos hablar acerca de nosotros como si se tratara de alguien que desconocemos por lo mucho que nos cuesta reconocernos en la mirada del otro que vaya uno a saber desde qué dimensión puede vernos.
    En el transcurso del tiempo nos hemos convertido en portadores de características muy propias de todos los ámbitos que la humanidad ha frecuentado hasta que hoy estamos de estreno: ¡somos cibernautas! No podemos cometer la imprudencia de negarnos a ser personajes del espacio cibernético si bien con una particularidad in quie tan te: no sabemos de qué se trata es decir, ignoramos dónde estamos parados. Metemos mano, hacemos enter, enviamos, recibimos, aceptamos... sin la más mínima idea acerca de qué es el "espacio virtual". Es demasiado fácil hacer clic y compartir NADA porque NADA es lo que somos en ausencia. Es la presencia lo que nos completa y nos proporciona entidad porque aún siendo cambiantes, los humanos somos concretos: somos carne y hueso. El gran aporte del mundo ciber  es permitirnos el lujo de descubrir lo irreales que podemos llegar a ser cuando nos alejamos demasiado de la gente y de las cosas. No importa cuál sea para cada uno la realidad pero siendo elaborada, en nuestra comprensión, tal realidad es la dimensión en la cual nos movemos con mayor comodidad. Seguramente en nuestro propio clima nos desplomaremos y levantaremos mil veces para alcanzar cinco minutos de placer o una migaja de conocimiento pero, como humanos -como hijos del cielo y de la tierra- ¡estaremos en marcha! por mucho que nos detengamos en "las redes". Sí. Claro. Por supuesto que seguiremos conectados pero,  no nos conviene desconectarnos de nosotros. Nuestra mente espera que hagamos un clic en alguno de sus enlaces. Nuestro corazón necesita un toque cada vez con más frecuencia. Nuestra energía solicita ser aceptada en un  círculo de luz, o de fuego, que guarde a todos los moradores de la tierra porque este bellísimo planeta todavía nos acepta y vivir con el corazón contento sigue siendo posible.

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