viernes, 18 de diciembre de 2015

"¿Tiempo Propio?"

El asiento del tiempo propio vacío.
    Reflotar la idea de que "recordar es vivir" nos lleva a pensar en los adultos mayores que tanto respeto tienen por lo vivido y, que si se dieron el lujo de hacerlo intensamente, en sus últimos años son expertos en transmutar el presente por el pasado al olvidarse de lo inmediato cuando la actualidad ha dejado de resultarles novedosa. Llega un momento en la vida en el cual hasta los sabores se vuelven prescindibles. Rituales siempre remozados, como los de comer en familia, dejan de ser tan placenteros como el de perderse en la lejanía donde  la infancia les sale de nuevo al encuentro con detalles bellísimos que parecían olvidados pero no: ahí está la imagen de los padres colocada otra vez en un lugar de privilegio de la morada interior como si antes de la partida fuera contundente el mandato ancestral de ordenar la biblioteca genética mientras tanto bien les hace recordar porque hacerlo es revivir. Recordar, codificarlo todo, es la tarea más importante en la vida de quien ha tratado de ser humano en este planeta claro que, para realizarla, se necesita ser pudiente porque hay que disponer de tiempo propio al que no todos sabemos acceder.
   Lo que con tanta ligereza llamamos "tiempo libre" es un regalo del cielo recibido, muchas veces, como una herencia maldita causante de tragedias innumerables ya que semejante obsequio asusta al  desprovisto de solvencia interior por tratarse el tiempo libre de una dimensiaón en la cual lo material no tiene lugar. Ni dinero, ni amigos, ni sexo, ni tecnología... apenas si la sombra de nuestra presencia física puede abordarla de modo que el ocio no es para carenciados cósmicos. Esos pobres son los que necesitan cumplir horarios para no sentirse fuera de sí mismos y, tan cosificados, hasta llegan a creer en la necesidad de "cargar las pilas" por sentirse "aparatos" de un entorno o "productos" de una época o de cualquier escaparate donde su persona es apenas una insinuación. Aquello de creerse "fuera de serie" es la formal aceptación de ser objetos o "algo así" y es así como la gente se va olvidando de sentirse vibrante -o viviente- y si alguna vez le toca experimentarlo se la encuentra desprevenida:
   -¿Seré yo este pájaro tanto tiempo ausente que hoy, para mí, es un vulgar desconocido?
   -¿O acaso esta alondra libertaria que había sabido beberse sin permiso mío nada menos que mis días? El carenciado de tiempo propio es eterno amante de los números y tanto, que es incansable en la tarea de contabilizarlo todo incluyendo sus horas. En el balance habitual las suma o las resta pero ni en sueños se le ocurriría nutrirse con ellas.
   Quién sabe en qué momento de nuestra involución los humanos hemos perdido el dato de que el tiempo es un obsequio o, si se prefiere, un merecimiento. Tal vez por ocuparnos solamente en actividades lucrativas se nos olvidó el dato de que  nuestros días son relucientes monedas de sol, o de vida, con las que podemos conseguir verdadera fortuna personal en lo referente a energía, salud y disfrute en el trabajo por concretar nuestros sueños y cultivar nuestros dones. Creyendo que el tiempo es una llamarada que lo consume todo, la más humillante de las rendiciones consiste en entregarle nuestra vida como combustible y, sin embargo, eso es lo que hacemos con frecuencia viviéndola a toda velocidad. Mientras que el apuro la consume -por su cuenta- no nos permitimos el derecho de disfrutarla.
  
Nuestra niña/o todavía es un ángel.
  Desde la más temprana edad se nos enseña a tener cosas pero no a tener tiempo. Seríamos capaces de arriesgar nuestra integridad física para defender "lo que tenemos" pero no hacemos lo mismo para defender lo verdaderamente propio que es nuestro capital estelar resumido en nuestros días. Si no los valoramos en ese afán de querer "hacer cosas", que muy poco tienen que ver con la vida personal, rescatemos a nuestro niño interno. Él sigue estando en excelentes relaciones con el infinito y, aunque no lo creas, lo único que quiere es ser "per sonare": para sonar, ¡para vibrar!  En resumidas cuentas eso es lo que significa ser "persona".