viernes, 20 de noviembre de 2015

"Niño Solo"

   No hace mucho, en un encuentro de muy  amigos donde estaba tácitamente prohibido hablar de política, asomó el tema de los hijos con el que casi todos se sintieron a sus anchas hasta que alguien tiró la piedra del escándalo al decir que la maternidad no estaba en sus planes. En el acto apareció la inquisición para maltratarla: por qué, por cuánto, desde cuándo y toda la sarta de imbecilidades que acarrea la copa extra.
   -¿Por qué no quieres tener un hijo?
  -¡Mirá si sale como vos!... y por ese orden hasta que terminamos todos muertos de risa por ser tan estúpidos y recién a la hora de las tizanas pudimos tocar el tema con cierta cordura.
   El hecho es que, por las razones que sean, mucha gente no se siente atrída por la idea de tener descendencia. Hace mucho tiempo que las niñas ya no juegan con muñecas porque ahora no se promociona el rol de la maternidad y los varones no están tan orgullosos de serlo desde que perdieron poder en todos los rubros empezando por aquél que lo imponía como único gran proveedor. Hoy el tema de la igualdad es dicil para ellos y ellas. Todavía queda mucho por armonizar lo cual recién sucederá ese día en el que doña Realidad nos diga ¡basta! Por ahora no sabemos qué hacer con nuestros mayores y nos está empezando a preocupar la escasez de niños porque significa ausencia de mano de obra barata en el futuro. Por ahora, no está culturalmente impuesta en todas partes la planificación familiar y mucho menos la procreación responsable cuando es la primera vez en nuestra historia que podemos manejar el tema sin demasiados riesgos y hasta sin costos.
   El deseo de tener hijos es tan legítimo como el de no tenerlos pero estamos frente a un gravísimo problema los humanos: somos mucho más tontos de lo que suponemos. Cuando no somos físicamente aptos para procrear no estamos siempre abiertos a la adopción; cuando deseamos adoptar un niño las leyes no siempre son amigables con esta posibilidad y cuando somos padres con frecuencia lo último que se nos ocurre es llegar a serlo porque lo que queremos es ser amigos de nuestros hijos  así podemos prestarnos la ropa y cada uno hacer "la suya" es decir, cuando se trata de la vida del hijo Dios dirá. Se le ofrece casa y comida, se lo manda a la escuela, el fin de semana se le da un dinero sin saber qué destino tendrá y, salvando a los padres a la antigua que todavía son muchos por suerte, hoy ser padres va dejando de tener importancia al extremo de que ya es habitual enterarnos de que un recién nacido fue tirado como un desecho a la basura. Que una perra haya dado cobijo en su guarida a un bebé abandonado, y que el calor de sus cachorros salvara una vida humana, nos parece una noticia más sólo que no lo es.  Esta no es una simple lamentable información: es un drama de la involución humana incapaz de seguir de cerca a la evolución científica y tecnológica. Al espíritu de la raza humana le está quedando demasiado grande el coeficiente intelectual de esta época. Lo que mejor hacemos es atentar contra la vida ya se trate de la nuestra o las ajenas que no lo son tanto porque "Yo Soy Tú".
   En el año 2014, en la ciuidad de Buenos Aires, se registró el abandono de veintiocho recién nacidos que fueron hallados en la calle, baños públicos o contenedores de residuos. Por lo general los dejan con el cordón umbilical y la placenta en una bolsa de plástico hasta que el cielo los asiste. En la provincia de Buenos Aires, también en 2014, ciento treinta y tres menores de un  año fueron abandonados en la calle y no quiero olvidarme de muchísimas mujeres que van a los juzgados para renunciar a la maternidad o declaran en los hospitales que ofrecen sus hijos en adopción. Sé muy bien que hace falta mucho amor para desprenderse de un hijo cuando no se lo puede mantener pero, al paso que vamos, el abandono al que serán sometidos los niños -y los mayores- muy pronto será una práctica habitual en nuestras presumidas sociedades que tanto corte se dan con el "progreso".
   Después de considerar estos datos de la realidad, quien no se siente capaz de ejercer una paternidad  o maternidad responsable, y no tiene hijos, es una excelente persona y aquellos que sueñan "con una mesa llena de chicos" y se consagran al duro trabajo de formarlos, debidamente, son más excelentes todavía porque honran al género humano.
   Mi falta de pergaminos y de interés personal para ser juez es algo que acredito permanentemente pero, tratemos de recordar al gran amor de George Sand, Alfred de Musset, diciéndonos al oído su romántica lección: