viernes, 25 de septiembre de 2015

"Extraña Mudanza"

   La mañana era espléndida y en aquella casa había espacio de sobra para acomodar recuerdos junto a los bártulos recién colocados en escena por los encargados de la mudanza iniciada al alba. En cada rincón, aparentemente vacío, estaba Él con su nuevo rostro de hombre maravilloso cuando siempre lo habían pintado como un infeliz que se desquitaba a los golpes de los malos tratos que recibía de la vida. Desde luego, la principal destinataria de sus desquites había sido siempre su señora que, el día de esta mudanza, se refería a su difunto esposo con un romanticismo sin igual. Tan inteligente había sido el hombre, tan buen mozo y seductor que -con total seguridad- su viuda no iba a poder encontrar sobre la faz de la tierra a alguien capaz de reemplazarlo siquiera por una noche. Es que, de pronto, Mariana decidió ser la viuda de aquel ser que había imaginado para Ella alguna vez y no era cuestión de perder semejante oportunidad. Junto con su liberación, la vida terminaba de obsequiarle el glorioso momento de re crearlo a su medida y como mejor le pareciera.
   Ajenos a las transmutaciones secretas de esa mujer aguantadora, el resto de la humanidad recordaba al padre de su hijos como al mal hombre que había sido durante su dilatada permanencia entre nosotros. No pocos sabían de sus traiciones como así también de los malos tratos que se complacía en propinar a la mayoría de las personas que lo rodeaban comenzando por su mujer.Ya el primer día de casados, con toda seriedad, la puso al tanto de su primera obligación como esposa: llevar cada mañana  el maletín de  su marido en jefe hasta el coche sin olvidarse de cerrar la puerta del vehículo con toda suavidad.
   Su secretaria acompañaba a la flamante viuda el día de la mudanza interna y externa. Se llamaba Vilma Rivarola quien durante más de veinte años había servido a Mariana como virtual confesora razón por la cual conocía de sobra  la perversidad de aquel hombre que -por fin- dejaba en paz a lo poco que quedaba de quien fuera su compañera durante treinta años interminables. Todos sin excepción pensaron, al saberla sin Él, que muy pronto Mariana rejuvenecería al encontrarse libre de su verdugo oficial y hasta llegaron a creer que mudarse era un signo de que estaba dispuesta a iniciar cuando antes una nueva vida.
   Aquel día del cambio de domicilio no hubo mucho tiempo para conversar en medio de tantos trajines y, a decir verdad, nadie sabía qué decir para no impactar en alguna herida de la señora de negro. Cada uno pensaba muy bien antes de abrir la boca o hacer un gesto que pudiera pasar por descortés. ¡Se veía tan atribulada a la pobre...! pero su secretaria siempre hablaba de más y no era Ella  quien iba a privarse de sacar a relucir alguna perla del desprecio casi biológico que sentía por el fallecido. Rescatando algunos porta retratos de un canasto, provisto por la empresa de mudanzas, en un momento dado tuvo entre manos una fotografía del matrimonio junto al mar. Esa foto tenía su historia ya que registraba el único verano que Mariana y su marido disfrutaron juntos en tantos años de casados y no sólo eso: inmediatamente después de tomada imagen del retrato... el señor esposo decidió volver a la ciudad es decir, dejarla sola como siempre. Vilma, que lo recordaba muy bien, murmuró casi para sí misma:
   - Miren que era tremendo este hombre...
  Pero tuvo la desgracia de que Mariana pudiera escucharla y el mundo comenzó a girar al revés porque, al instante, la eficiente Vilma se convirtió en la peor de todas y en el acto se vio apartada de su ya ex empleadora según la cual sólo Ella estaba autorizada para hablar mal del individuo de la fotografía.
   Como casi todos los difuntos, quien fuera el esposo de Mariana ya tenía algo así como inmunidad diplomática en el recuerdo y su viuda tuvo la sorpresa de encontar aquel mismo día a alguien que se solidarizara con su actitud inmerecida y desmesurada con respecto a Vilma Rivarola porque Feliciana, su asistente doméstica Correntina, podía comprenderla como nadie. Mujer muy golpeada  y eternamemente traicionada  por otro impresentable, esa antigua colaboradora de Mariana sabía muy bien lo que es no saber liberarse de quien nos maltrata o nos arruina la vida. 
   En todas las clases sociales hay relaciones y actitudes de este tipo. Son innumerables las mujeres que se ven privadas de su derecho a ser tratadas como personas y no sólo debido a sus malas elecciones o a decisiones equivocadas. Tiene mucho que ver la indiferencia que se advierte, sobre todo, con respecto a  los niños y a las mujeres. PECADO CAPITAL LA INDIFERENCIA.