sábado, 4 de julio de 2015

"Deshojando Margaritas"


    En los países que no consiguen todavía un estado de bienestar generalizado y la miseria hace tranquila su trabajo, hay muchos corazones que en lugar de morir se expanden para abrigar a los más débiles. En Argentina hay muchos de ésos y el de Margarita Barrientos es uno que hoy quiero rescatar.
   Nacida en un hogar muy pobre de Santiago del Estero, hoy es millonaria en ideas generosas que es capaz de concretar. Sólo cursó tercer grado de la escolaridad primaria. Sabe bien cómo duele el estómago cuando se lo tiene vacío. Su adorado Isidro perdió un brazo en un accidente pero no importó: a Ella no la "asustan bultos ni colas que se menean" de modo que en 1996 inauguró un comedor comunitario preparando un buen guiso para un puñado de chicos hambrientos. Dos años después, más de un centenar de personas comían de su mano y podían contar con una Sala de Primeros Auxilios. En el 2000 esta gran señora inauguraba la Guardería "San Cayetano". Tres años más tarde ya había Biblioteca en su Fundación y no se detuvo hasta concretar la fábrica de pastas como servicio a "Los Piletones" -de Villa Soldati- y además como escuela para futuros emprendedores en este rubro. A esta bella persona, que en 1999 fue declarada "Mujer del Año", el cielo le dio nueve hijos pero ¿qué creen? adoptó el décimo porque si en su casa pueden comer quinientas bocas cómo no iba a poder alimentar a uno hijo más y darle la educación que reciben todos sus pichones. Ya hay profesionales entre ellos.
   Estamos acostumbrados a pensar que "quien cuida tiene". Si esto quiere decir "no compartir" se desconoce la ley del Amor. Madre Teresa de Calcuta comenzó su misión debajo de los árboles y se nos fue dejando su obra organizada en todo el mundo. Otra margarita argentina, Mónica Carranza, comenzó por dar de comer a tres niños y terminó alimentando a miles de personas. Un día Mónica descubrió en la fila de menesterosos al mal nacido que la había violado en su adolescencia cuando Ella vivía en un vagón de tren y -¿qué suponen?- para él también hubo lugar en el corazón de aquella mujer maravillosa que a Jesús de Nazareth le decía, con osada familiaridad,  "El Morocho". 
   Por supuesto, también hay margaritos y no quiero olvidarme de Juan Carr y el Padre Pepe que no necesitan reunirse en organismos internacionales, ni ser presidentes de ningún país para trabajar por un mundo mejor o, para decir lo que pienso, los benefactores de todo el mundo tienen su oficina de servicio en el pecho donde una llamita azul está siempre chisporroteando vida para regalar. Si enseñamos a nuestros hijos a no prestar sus útiles escolares, porque de ese modo pueden perderlos, los estamos preparando muy bien para que sean desgraciados porque el puño cerrado para dar queda sellado para recibir.
   Cuando de dar se trata es un hecho que no todos conocemos la alegría del servicio que no es lo mismo que servidumbre. Servicio es fraternidad que nace de la profunda convicción de que "yo soy tú",  que tu hambre es el mío y tu pobreza bien pudo haber venido por mí sin que nadie puede asegurar que no me acose en el momento menos pensado. El servicio -todos lo sabemos- no siempre es material y cuántas veces se nos agradece una sonrisa o una simple amabilidad porque el amor no es un verso: es una actitud siempre posible. No guardemos tanto que nada es nuestro.
  Hace varios años, nuestra talentosa Nacha Guevara conducía por televisión el programa "Me Gusta Ser Mujer". Esta margarita argentina nacida en terreno más favorable que muchas otras, pero no por eso menos sensible, se tomaba el trabajo de afinar su extraña voz para afirmar: 
                 -"Cuanto más doy más tengo para dar".