sábado, 17 de enero de 2015

"Mujercitas... sólo por hoy"



Cualquier tipo de superioridad en una hembra es todavía un fantasma para "Ellos" y, en confianza, también para nosotras por falta de familiaridad con semejante armatoste. A menudo el poder de una señora radica en su belleza pero no pocas veces reside en su coeficiente intelectual lo cual sigue siendo una novedad para las viejas miradas.
Lo cierto es que la fuerza física, patrimonio de los machos, tal vez sea lo que continúa hermanando internamente a los hombres desde que se volvieron cazadores. Fue cumpliendo los rituales de la caza que Ellos se convirtieron en cofrades para siempre. Frente a un peligro común que los acechaba necesitaron unirse lo mismo que a la hora de repartir lo ganado mediante el esfuerzo común. Individualmente, el macho hubiese cazado solamente pajaritos así que para la caza mayor debió aprender a sumar fuerzas. Semejante operación psicofísica le vino de perlas cuando un poco después fue guerrero y, no mucho más tarde, se encontró lidiando en el terreno de la política.
Las mujeres tuvieron otra historia con la recolección de alimentos, y la maternidad, dos actividades que no requieren fuerza bruta ni asociación alguna y, para acabarla de componer, la maternidad es experiencia personalísima sin olvidar que para obtener los frutos del campo no hacía falta sembrarlos así como para ser madre ni siquiera hacía falta desearlo. Las cosas llegaban naturalmente. Cuando apareció la novedad de la siembra, el sedentarismo sorprendió juntos a los dos géneros pero, emocionalmente, Ellas y Ellos ya estuvieron  a distancia sideral por efecto de muy diferentes programaciones a través de siglos.
Hoy es un hecho que en todos los rubros se sufre este distanciamiento pero hay uno que lo pone de manifiesto con más evidencia: el de la política. En estos afanes el varón ya es todo un experto en asociarse, repartirse el botín, guardar silencio... es decir: lograr plenamente el objetivo si bien después... ¡a otra cosa!. La mujer sabe poco de todo esto. Ella aprendió a arreglárselas siempre a solas porque, salvo en el terreno de la sexualidad, las demás gestiones existenciales fueron solitarias y en todo reparto ella estuvo ausente, o fue la última en recibir un huesito. Lo único que a Ella le quedó como característica -supuestamente femenina- fue la posibilidad de hablar demasiado lo cual al macho le molesta bastante porque Él siempre debió guardar silencio para no espantar a la presa y, sobre todo, para no perder compañeros lo cual significaba perder poder. Una mujer  no necesitaba -ni necesita- compañía para ser fuerte en sus gestiones familiares porque la maternidad  activó en su mente  ese rasgo tan sutil de la inteligencia  humana  que es el razonamiento intuitivo. La intuición le ha regalado a la mujer armas tan poderosas como lo es la percepción del detalle y la clariaudiencia. El dar a luz también le enseñó lo que es sufrir lo cual fue aprendido de tal manera que hoy no es  raro que encuentre placer en el dolor y aquí nos detenemos: la mujer está cómodamente instalada en la desventaja política. La sufre como sólo Ella sabe hacerlo sin poner demasiado interés en aprender a ser socia de sus hermanas y mientras esto no suceda, no podrá construir poder.
El poder es falso, irreal, fantástico, pura puesta en escena pero, hasta la más mínima actuación presupone un escenario. El requerido por el poder  todavía es extraño para la mujer porque es nada menos que un campo de batalla donde, si no hay un macho protector a su lado, la hembra cae herida de muerte. Curadora, sanadora, consoladora, amadora total, para Ella la ferocidad es algo muy lejano como en aquellos tiempos en los que otros mataban para darle de comer y otros morían para que Ella pudiera sobrevivir. Era cómodo -qué duda cabe- pero, frente a su actual necesidad de salir a pelear por cada centímetro de poder que necesita, la mujer se encuentra con la desventaja descomunal de no saber compartir espacios. Para su desgracia no sabe poner en su lugar a las fieras porque le falta puntería o le tiembla el pulso por falta de entrenamiento ancestral y resulta, además, que no tiene afinidad con el teórico poder porque su fuerte -como mujer- es la realidad. Como el Poder es breve ficción, a la hembra le cuesta dar con él. Ella ve hambre, desolación, necesidades, urgencias sociales... en los mis mismísimos lugares donde el varón sueña con ensayar alguna pirueta política con gran audiencia.
Pero no todo está perdido señoras. En el campo de la política la mujer tiene una desventaja de la cual podrá sacar gran provecho: ambas son femeninas. Cuando, entre mujeres, compartir pérdidas y ganancias sea un hecho cotidiano, entonces Diana -la cazadora- y Minerva- la pensadora- aportarán a la política la oportunidad de ser servicio para los pueblos y recién entonces no será vergonzante tener algo que ver con LA POLITICA puesto que, desde ese gran día, lucirá como la gente.