sábado, 13 de junio de 2015

"¡Feliz Día Escritores!"

    Así como se nace genéticamente -o cósmicamente- programado para ser una persona irrepetible, así se nace escritor. Puedo dar fe de cierta niña que, sin saber escribir, en ausencia del padre ocupaba su escritorio y llenaba a lápiz hojas enteras de "rulitos" mientras decía en voz alta lo que pasaba por su cabeza. Sin siquiera conocer una letra, Ella escribía porque había nacido escritora.
   Lo más natural del mundo es llegar a él perfectamente capacitado para un servicio o misión predeterminados si bien tal predestinación es más notoria en el caso de los artistas por tratarse de personas nacidas fuera de serie. Esto que puede sonar como vanidosa presunción bien puede ser una desventaja descomunal como en el caso de los escritores que no saben dónde ni cómo ubicarse para lucir "como uno más" pero, a todo esto, ¿qué será ser escritor? Se trataría de aportar buen manejo del idioma en la factura de sus obras lo cual, siendo mucho, es casi nada cuando no hay imaginación ni originalidad. Por otra parte, el intento de adjudicar al escritor la característica de tener qué decir es un acto de burda inocencia porque ¿quién no tiene temas para compartir de manera oral o escrita?  Las pretensiones de que uno es escritor sólo después de publicar pretenden arrasar con la excelente literatura inédita que únicamente disfrutan los más cercanos al autor y la ocurrencia de que, para entrar en el rango de escritores, debemos realizar nuestros trabajos cumpliendo horarios como los de un oficinista me causa gracia porque lo cierto es que ninguna profesión se legitima por las horas trabajadas ni por los réditos económicos que pueda proporcionarnos. A un miembro de cualquier profesión lo  avala la capacitación y la capacidad para  ejercerla y, después de todo, la literatura no es estrictamente una profesión: es un acto creativo en el marco del cual la rutina y el reloj son accesorios por no decir lo de menos. La obligación y los horarios pueden figurar en el esquema del compromiso laboral pero no suman ni restan en el proceso creativo.
   La figura del escritor ha sido asociada a la indolencia, la miseria, la inutilidad y a la extravagancia porque, precisamente, lidiar con las letras no es un trabajo convencional por muy arduo que sea. La mayoría de la gente supone que sólo hace falta tener tiempo y un asiento para escribir un libro porque total... siempre aparece algo en la cabeza para estropear el papel o aporrear al procesador de texto. Esta apreciación descomedida  ha llevado al equívoco de desplazar a la palabra "literatura" para popularizar "escritura" como si fueran sinónimos.
   Cualquiera dibuja a su familia en un test pero no significa que en toda persona respire un dibujante; quien más quien menos puede preparar un plato de comida lo cual no certifica que seamos todos auténticos cocineros y, por más obvio que sea, saber escribir no nos trasforma en escritores porqrue un escritor es una persona que  piensa en grande lo que la mayoría ni siquiera llegó a imaginarlo.  Con horario o sin horario -con sueldo o sin sueldo- la literatura es, como ya se dijo, "la aventura del pensamiento" y no por otra causa el lector exclama a menudo: -"¡no se me había ocurrido!" expresión que avala rotundamente la condición de Pensador que asiste a quien se lleva bien con las letras. Esa reiterada sorpresa por la idea original -bien dibujada- también delata poca imaginación colectiva cuando al escritor es lo que le sobra como a todo artista y a no asustarse por serlo y a reivindicar esta palabra que también hemos devaluado reemplazándola por el término "creativo".
   A todo ésto ¿yo artista? ¿yo creativa?... ¡Ay! se me ocurre que no califico así que voy a poner punto final urgente no sin antes decir que en Argentina, hoy 13 de junio, no tan sólo es el día de San Antonio de Padua -santo patrono de mi norteña ciudad de "Tartagal"- también se conmemora el nacimiento del grandioso escritor y poeta Leopoldo Lugones designando a esta fecha como "El Día del Escritor". En nuestro mundo hay tantos que administran divinamente "el sacramento de la palabra", como decía Ortega y Gasset, que pensando en ellos escribí esta no tan bonita página para desearles inspiración y buena vida.
                             Escritoras y Escritores ¡SALUD!

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